La cultura emocional resulta crucial en la productividad de una organización y en el bienestar de cada persona que trabaja. Muchas organizaciones desestiman cuánto influyen las emociones en la cultura y el liderazgo, pero es la cultura emocional la que determina la satisfacción de sus colaboradores, el nivel de burnout, la capacidad de trabajar en equipo y hasta el nivel de ausentismo.

Generalmente las organizaciones tienden a enfocarse únicamente en su cultura cognitiva, lo que usualmente conocemos como valores y normas compartidas. Sin embargo, la cultura emocional de un equipo u organización (cómo se sienten o deberían sentirse las personas en el trabajo) habitualmente se pasa por alto o se ignora por completo. En estos ambientes es muy común encontrar huecos significativos en la comunicación, la comprensión y la empatía, algo que impide desarrollar la mejor manera de trabajar juntos.

Sin embargo, cuando las empresas identifican los impulsores emocionales clave de sus colaboradores, no sólo aumenta el compromiso sino que mejora la moral, la productividad y la retención de talento. Como resultado, las organizaciones se vuelven más rentables.